1.06.2010

Religión

La historia de cómo Ikram Antaki llegó a México es probablemente, y tristemente, más conocida que ella misma y aún más que sus extraordinarios programas de radio. Recuerdo haberla escuchado totalmente hipnotizado porque me parecía indescriptible la cantidad de conocimientos que poseía y porque demostraba no sólo acumularlos sino que ejercía el compromiso que ello implica al trasmitirlos con paciencia y simplicidad. En eso precisamente consiste la labor de un maestro y hasta ahora no he conocido a nadie que lo pueda hacer mejor.

Ikram Antaki es admirable en muchos sentidos pero sobresale particularmente su capacidad de síntesis. Consciente de que el papel de profesor es ahorrar esfuerzo, la doctora condensa miles de textos en libros asequibles, muy profundos pero de fácil asimilación.

“El Banquete de Platón” es un compendio temático con pretensiones enciclopédicas y todas ellas muy bien alcanzadas. De él se desprende el título “Religión” donde se exploran las cuestiones más trascendentales para el género humano. Puede que muchos defiendan la posición de que la filosofía es ‘aburrida’, pero nadie con un poco alma puede argumentar que no lo interesa saber cuáles son los orígenes de las concepciones sobre Dios, el Diablo o la historia de las diferentes creencias.

El libro está dividido en tres partes. Las dos primeras se refieren a los filósofos forjadores de la tradición cristiana, el cisma posterior, su papel en el Estado y las malformaciones que ha tenido con la aparición de organizaciones con características sectarias.

La tercera parte es mucho más relevante y aborda cuestiones profundamente enriquecedoras para cualquier espíritu inquisitivo. En este apartado demuestra que nuestras expresiones de credo (modernas, conscientes y sustentadas) no son sino adaptaciones de cultos milenarios y retrógradas.

El texto es iconoclasta en muchos sentidos porque devela cuestiones devastadoras para las religiones judeo-cristianas. Explora los orígenes de las Sagradas Escrituras y las reduce a reinterpretaciones de textos paganos originados en Asiria, Mesopotamia y Babilonia. Los referentes de la cosmogonía judía, como el diluvio universal o el origen del hombre, no fueron vislumbrados por el pueblo hebreo sino por las primeras y las más arcanas civilizaciones.

Las Escrituras, en las que más de medio mundo basa su fe, fueron acomodaticias a la realidad política que vivía el pueblo de Israel. Cuando fue necesario reformularlas para crear un Dios castigador o vengativo se hizo sin reparos, al igual que fue imprescindible crear al Diablo para justificar la llegada de Jesucristo.

El libro resulta ineludible para cualquier persona con la reflexividad suficiente como para cuestionar formalmente sus creencias o para aquellas que disfrutan conociendo los tópicos que han ocupado a la humanidad desde que pobló (con o sin intervención divina, decida usted) la Tierra.


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