2.18.2010

La falacia de la guerra contra el narcotráfico

Introducción



A finales de 2006 y principios de 2007 el entrante poder ejecutivo anunciaba un enfrentamiento sin tregua contra el narcotráfico. En el trascurso de tres años éste se ha mostrado extremadamente limitado y en lo único que se asemeja a una guerra es en el despliegue de militares en algunos estados del país.

La guerra representa el mayor confrontamiento del Estado y por lo tanto no se debe emprender una a menos que se tenga la certidumbre de la victoria. Se caracteriza por el enfrentamiento directo, por acciones de inteligencia, por ocupaciones de zonas contrarias, por la disminución económica del oponente, por el hostigamiento constante… en suma, por acciones encaminadas a aniquilar al contrario. En contraste, la pugna que tiene el gobierno federal es un combate a medias donde se utiliza a las milicias para labores de vigilancia y contención más que para cualquiera de las funciones descritas arriba.


El presente trabajo utiliza las cifras más elementales para demostrar, por un lado, que no existe tal guerra (al menos entre el Estado y la delincuencia organizada) y, por el otro, que los logros del gobierno federal son insignificantes, aislados y desproporcionados en relación al tamaño del problema.




La falacia de la guerra contra el narcotráfico


La realidad que se manifiesta y nos horroriza cada día demuestra que la sociedad mexicana se está transformando en algo irreconocible. Y no importa la repetición de spots o los triunfalismos adelantados, lo único comprobable es que el gobierno ha sido incapaz de reprimir los brotes de violencia y que está siendo desplazado por entidades criminales con atribuciones paraestatales. A todo esto, pareciera que el poder ejecutivo está únicamente capacitado para justificar su estrategia tomando como referencia hechos vagos y ambiguos.

Día tras día los periódicos se ven plagados de crónicas o fotografías que progresivamente se han hecho más espeluznantes. La muestra más palpable, y también la más sensible, de la guerra fallida es precisamente el número de asesinatos, que no ha hecho más que aumentar año con año desde el inicio de la década.

Durante la administración de Vicente Fox, el número de asesinatos adjudicados al narcotráfico fue de 8,780 : 1,080; 1,230; 1,290; 1,304; 1,776 y 2,100 en cada año de su mandato. Estas cifras representan un leve pero constante incremento anual en los cuatro primeros años y en los dos últimos se evidencia una violencia particularmente recrudecida. De las ejecuciones citadas, cerca del 50% se llevaron a cabo en Michoacán y un 30% entre Sinaloa y Tamaulipas.

Los tres primeros años del sexenio de Felipe Calderón han traído la friolera de 16,885 ejecutados: 2,773; 5,661 y 8,281 en 2009 . La estela de muerte se ha desplazado a Chihuahua, Sinaloa y Baja California, principalmente.

En apenas tres años de gobierno, se ha duplicado la cifra de asesinatos de toda la administración previa y en un solo año, 2009, se igualó la totalidad de homicidios del sexenio de Vicente Fox.

En 2007, de las 2,773 ejecuciones adjudicadas a los narcotraficantes, 296 fueron policías o militares (esta cifra representó el 10.6% del total). En 2008, se tuvieron 535 asesinatos de agentes (el 9.6%) y, por último, en 2009 fueron ajusticiados 475 oficiales (el 5.7%).

El periódico La Jornada hace un recuento ligeramente menor aunque destaca que de 1,254 asesinatos de personas dedicadas a la seguridad pública en este sexenio, la mitad eran agentes municipales y únicamente 75 eran militares. La cifra de los policías municipales tiende a sobrevalorar el total porque es de conocimiento público el grado de corrupción que poseen y los ataques de los que han sido objeto, más que por atentar en contra del patrimonio de los cárteles, muy probablemente se deben a ajustes de cuentas. Desde la óptica opuesta, las bajas de transgresores provocados por el Estado, la situación es similar y representan un pequeño porcentaje de la totalidad de caídos en el enfrentamiento.

Más que un desafío constante y declarado, el crimen ha respondido esporádicamente (aunque con inusitada crueldad) a las acciones emprendidas por el ejército o la policía. Se trata de represalias que van desde la colocación de propaganda, ataques armados o secuestros, hasta mutilaciones y asesinatos. Pero, a pesar de inicuos, son hechos aislados y no representan una práctica recurrente.

Los delincuentes parecen no haber respondido con mayor saña porque no sienten amenazadas sus intereses. A pesar de que se han desplegado 50 mil efectivos militares , más todos los policías existentes, no han dado una muestra clara de incomodad.

Las cifras previamente expuestas reflejan que la cadena de violencia gira en torno a los cárteles. La guerra no la hace la delincuencia organizada contra Estado, sino que se está desarrollando al interior de ésta. A pesar de ser obvia, es una conclusión de la que hemos perdido un poco la perspectiva (seguramente por la aciaga cantidad de cadáveres). Lo que verdaderamente preocupa es que el gobierno, más que ser un ente encargado de inmovilizar la espiral de barbarie, parece ser un espectador pasivo: el 89% de las ejecuciones de 2009 se llevaron a cabo en estados donde existen operativos militares.

A lo más que ha llegado la estrategia del ejecutivo es a incrementar las detenciones. Desde el inicio del sexenio se han capturado a 100 mil infractores (de ellos 68 mil por delitos contra la salud ). Sin embargo, la población carcelaria se incrementó únicamente en 20 mil individuos. En estos momentos, la totalidad de personas recluidas en las penitenciarias del país asciende a 230 mil personas y se cuenta con una sobrepoblación del 33%.

Para poner estos datos en perspectiva, habría que recurrir a estimaciones realizadas por el propio gobierno federal en 2008. En aquel entonces se contabilizaban 500 mil personas empleadas por el narcotráfico en todo el país. Las cifras de la población penitenciaria y de la capacidad de las cárceles demuestran que es pueril, y representa una batalla perdida a priori, atacar el narcotráfico con arrestos.


Cuando a inicios de la administración de Felipe Calderón se anunció un enfrentamiento directo contra el narcotráfico, pocos sospecharon la cantidad de sangre que habría de correr y los escasos resultados que se tendrían tres años después de haberlo puesto en marcha. Muestra clara de ello representa la cantidad de droga decomisada.

Los siguientes datos fueron publicados en 2009 por el Departamento de Estado de los Estados Unidos en el informe “2009 International Narcotics Control Strategy Report” con cifras del Centro de Análisis, Planeación e Inteligencia Contra el Crimen Organizado (CENAPI) de la Procuraduría General de la República (PGR) .





El comportamiento de las incautaciones de cocaína es particularmente revelador. En 2007 se tuvieron cifras históricas, pero de esas 48 toneladas 35 fueron decomisadas en dos embarques . Si se aíslan esos duros golpes (que pueden deberse a logros aislados de inteligencia o a mera suerte), los dos primeros años de la administración calderonista no habrían podido superar en ninguno de los años las incautaciones del alcaloide por parte del gobierno foxista, salvo en 2002, a pesar que el narcotráfico está visualmente más activo que nunca.


Con relación a la marihuana, sucede algo similar que con la cocaína. 2007 fue un año destacado, pero en 2008 se observan peores registros que en cualquier año de la administración previa. La producción de este narcótico no ha hecho sino crecer a muy elevadas tasas porcentuales desde 2000 y ya para 2005 se observa una franca decadencia en las incautaciones, como se demuestra en el cuadro inferior :




Con el resto de las drogas se tiene un comportamiento errático o estacional del que es difícil marcar una tendencia. Lo único que parece incuestionable es que son magnitudes muy bajas, sobre todo en el caso de las metanfetaminas.

Por años se ha expresado que la única manera de enfrentar a los cárteles es golpear su poderío económico. Esto implica un esfuerzo titánico, pero parece más inteligente que gastar millones de pesos en armar fuerzas para combatirlos. Algo siniestro es que el narcotráfico está avanzando en todos los frentes y el gobierno no ha podido estar a la altura de esas mutaciones en ninguno de ellos. Esta característica adaptativa se refleja, más que en ninguna faceta el crimen organizado, en su capacidad para lavar cantidades industriales de dinero.

Las cifras de la PGR indican que el gobierno encabezado por Calderón ha quitado al narco 380 millones de dólares (más de la mitad a Zhenli Ye Gon, en 2007) y 290 millones de pesos en efectivo . A pesar de que sería difícil saber el monto de dinero líquido en poder del narcotráfico, sí es posible determinar la cantidad de activos que éste blanquea al año. Según datos de los investigadores Samuel González y Eduardo Buscaglia, la suma asciende a 25 mil millones de dólares anuales .

Para que el lector pueda equiparar el tamaño del problema, 25 mil millones de dólares son iguales a los ingresos petroleros o a las remesas enviados por migrantes en 2009. La inversión extranjera directa se estima en la mitad de ese monto. Las ingentes cantidades de dinero decomisadas son nimias en relación al total de recursos que aglutina la mafia.

Resulta evidente que el poder corrosivo del narcotráfico tiende a agravarse profundamente. Según el diario La Jornada, de enero a agosto del año pasado, el lavado de dinero creció 261% en relación al mismo periodo de 2008 . Además, estima en 40 mil millones de dólares los ingresos anuales de los grupos delictivos relacionados con el tráfico de estupefacientes.



Conclusiones


El éxito o el fracaso de la estrategia se puede reflejar en cuestiones perfectamente visibles: el número de asesinatos, el decomiso de drogas o activos y el número de detenidos. Si se nota que la violencia empeora, que los decomisos se comportan constantes a pesar de un tráfico mayor, que el lavado de capitales se incrementa y que gran parte de los arrestos son simbólicos, es que no se está enderezando el camino.

Más que solucionar el enorme problema que se ha venido encima, o al menos contenerlo, los golpes que ha dado el gobierno parecen ser situaciones al margen que no representan una estrategia conjunta o enfocada a un fin concreto. Puede que efectivamente se haya alcanzado un número histórico de decomisos o detenciones en términos absolutos, pero el tráfico y las personas implicadas lo han hecho en una proporción mucho mayor y eso se ve todos los días no es necesario sustentarlo.

Los datos que a cuentagotas publican las instituciones encargadas de la seguridad nacional vislumbran un país sustentado económicamente en el narcotráfico donde, como un cáncer, será imposible extraerlo sin causar daños irreversibles. En estos momentos la delincuencia organizada maneja un poder económico abominable y si uno supone que la cantidad de asesinatos es lo peor que puede pasar, habría que poner particular hacia las finanzas porque representan los recursos de la desestabilización política y social en los años por venir.

Tengo la impresión, aunque sólo es eso: una opinión, de que Felipe Calderón se vio obligado a movilizar a los soldados de sus cuarteles no porque quisiera combatir al narcotráfico de frente o porque imaginara que podía hacerlo, lo hizo porque conocía que algo realmente importante estaba manifestándose y era la única manera posible de simular que se estaban tomando medidas contra este monstruo del que es imposible sospechar su magnitud.

2.09.2010

Watchmen



Algunas personas refieren a los cómics como el génesis de sus aficiones por la lectura aunque se tratara de publicaciones que recaían en héroes sosos y argumentos tan ridículos como los trajes que éstos portaban. Recuerdo perfectamente la vacuidad en los diálogos, la repetición hasta el hartazgo de los nombres de los involucrados, de su nacionalismo barato, de la reproducción incesante de clichés y de conductas caducas, retrógradas y su derechismo a ultranza. Parecía que el fomento de estas publicaciones entre la juventud no hacía (y hace) más que alinearlos a una ideología pro yanqui.

A mediados de los ochenta empezaron a surgir contracorrientes al interior de la misma industria. Fue DC Comics la editorial que distribuyó uno de los trabajos más complejos del género y que se conoció como Watchmen. Las personas que gustan de categorizar todo lo que pasa por sus manos la bautizaron como ucronía y esto simplemente implica una exploración en los desarrollos históricos alternativos.

El contexto es bastante convulso porque se trata de una realidad donde Nixon ha sido reelecto en varias ocasiones y donde ganó la guerra en Vietnam. Sin embargo el destino del mundo está en suspenso por las constantes bravuconadas entre los dos bloques económicos. El ciudadano común vive una tensión incesante y hay una escenario tal que la mínima provocación desencadenaría una catástrofe de proporciones apocalípticas.

El principal mérito de Alan Moore y Dave Gibbons consiste en hacer una parodia del mundo de los superhéroes, encumbrando sus problemas cotidianos y sus múltiples defectos, sus orientaciones políticas y personalidades. Se trata, en resumidas cuentas, de seres humanos, no de estereotipos.

Los perfiles psicológico marcan la diferencia entre esta novela gráfica (fastuoso nombre) y el resto de las publicaciones del género. Cada uno de los personajes encuentra una justificación perfectamente válida para actuar de uno o de otro modo. Uno puede estar o no de acuerdo, pero observa una razón lógica en cada acción, en cada actitud.

Como consecuencia de lo anterior, la trama involucra a estos “paladines de la justicia” en distintos roles sociales: como instrumento del gobierno (ejército, científicos, policías), empresarios, estrellas de la pornografía o simples proscritos. Pero la aportación de Moore y Gibbons va más allá de dotar a sus personajes de un sustento real: cuestionan y caricaturizan las atribuciones que se han tomado. No sólo los dotan de vida propia, los ironizan.

El argumento central, descrito anteriormente, es todo menos prioritario. Es decir, existe como respaldo pero la realidad de las cosas es que abundan una buena cantidad de historias paralelas que hacen al cómic un trabajo muy intrincado y de difícil seguimiento.

Otra de las innovaciones de la historieta radica en la manera de enriquecer los relatos. Al finalizar cada capítulo uno puede leer anexos generados al interior de este mundo alternativo: se trata de cartas, cómics, entrevistas, editoriales de periódico y recortes que dan pistas sobre el universo que los autores recrean aunque no exponen explícitamente en los diálogos que profieren los personajes.

La versión cinematográfica (Zack Snider, 2009) es bastante afortunada. Pertenece a esa nueva oleada de adaptaciones del cómic adulto (300, Sin City, El caballero nocturno..) que al final del día son un respiro entre el mar de decepciones (Spiderman, Hulk…) que han atiborrado la pantalla de unos años para acá.