9.09.2010

Sauce ciego, mujer dormida. Haruki Murakami




Generalmente encuentro cierta resistencia a leer libros de gente que no esté muerta. No es que me parezca que los escritores contemporáneos tengan temáticas poco interesantes o que no sepan su oficio. Simplemente me gusta pensar que me avoco a los temas realmente significativos (entendiéndose como aquellos que han sobrepasado la incorruptible barrera del tiempo), y eso es precisamente de lo que carecen muchos textos de reciente publicación.

El problema es que en la actualidad todo el  mundo parece escribir  y por lo mismo cada vez es más difícil encontrar a personas que realmente tengan motivos para hacerlo. Por si lo anterior no fuera relevante, habría que añadir que la editorial es desde hace ya mucho tiempo una industria y, como todas, subsistente de las ventas, de las ganancias… de la mercadotecnia, en suma. Lo que se conoce como Best Seller es un producto prefabricado encaminado a satisfacer ciertas necesidades que tienen que ver más con el  consumo masivo y superficial  que con la reflexión, la trascendencia o la intemporalidad.

Con todas estas ideas, o más bien prejuicios, encima estuve más bien escéptico en la librería rondando el texto de Haruki Murakami. Probablemente acabó por convencerme el hecho de que  Sauce ciego, mujer dormida resultara ser un compendio de cuentos y este tipo de libros representa la oportunidad ideal de conocer a un escritor del que no se tienen muchas referencias, como era mi caso.  

A veces la discriminación bibliográfica salva de futuros sinsabores o hasta de algunos corajes. Cuando  a pesar de actuar de tal manera me topo con una mala novela, por ejemplo, no suelo abandonarla porque siento que no importa cuán odiosa pueda  ser, optimistamente creo que al final dejará  algo útil y digno de recordar. Con el libro de Murakami simplemente no pude, lo intenté de varias formas, pero siento que es tan insignificante que preferí aprovechar el tiempo de otra forma.


He encontrado varias referencias donde se define a las historias de Murakami  como “oníricas”, “surrealistas” o “ficticias”, pero la verdad es que sólo son un intento.  Las ideas básicas con las que construye sus cuentos son vacías y  creo que inventa un final absurdo con la esperanza de subsanar la pobreza de contenido.  También es recurrentemente pródigo en palabrería hueca e inútil cuyo nunca pude descubrir.

[Nota a posteriori: Ante la insistencia de algunas personas abandoné momentáneamente mi resistencia y terminé el libro. A final de cuentas no es del todo mal, tiene algunos cuentos destacados; el punto está en que los relatos malos son tan deficientes que opacan los sobresalientes. Como sea, en perspectiva, no es tan desastroso como pensaba cuando escribí los párrafos superiores.]