12.15.2010

Fernando Vallejo

Fernando Vallejo no plasma personajes o diálogos ficticios; es él quien habla, es él mismo quien se expresa y es él quien, sin recurrir al narrador omnipresente,  cuenta los hechos desde una perspectiva parcializada y subjetiva.

Sus novelas parecen incompletas. Al no sondear en los pensamientos de los otros personajes, el texto pronto parece reiterativo y aburrido. Sobre todo repetitivo porque Fernando Vallejo es un tipo amargado, soberbio y neurótico. Sus parlamentos básicamente son insultos, improperios, críticas, obscenidades y al final parece una prueba terminar alguno de sus libros.

No es que la literatura deba ser optimista por antonomasia. Es simplemente que no entiendo cuál pueda ser su finalidad al escribir. Cuando únicamente se refiere a las personas como basura, como estorbo, como alimañas… refleja algo siniestro. Y cuando, por ejemplo, justifica los abusos sexuales de los sacerdotes se disipa cualquier duda:

Lo que no acabo de entender es que en el círculo de los libros se le considere un modelo a seguir y se glorifique su obra cuando no tiene mérito por ningún lado. La revista colombiana “Semana” publicó, en su 25 aniversario, las 100 mejores novelas en español de los últimos 25 años y sorprendentemente aparecen “La virgen de los sicarios” y “El desbarracandero” entre las 15 primeras.

La primera es ultraviolenta y cae en tantos excesos que raya en lo ridículo. La segunda es un relato autobiográfico que exhibe la condición y el desahucio familiar. Ambas son  parecidas en la forma aunque no en la temática. La virgen de los sicarios narra el modus vivendi en el Medellín infestado de narcotraficantes y de matones. El desbarrancadero expone sus preferencias familiares y los últimos momentos de vida del hermano más querido.

Son pues novelas sui generis aunque no por ello atractivas.  En ningún momento se notan chispazos de genialidad o visos de buena escritura. Su estrategia, en cambio,  consiste en escandalizar, en provocar, en exponer una visión racista,  conservadora y retrograda de las cosas.