10.15.2009

La guerra del fin del mundo

A veces uno es un poco reticente a leer libros voluminosos por diversas razones. Ante todo implica una suerte de responsabilidad donde uno se compromete a terminarlo antes de empezar el siguiente. También esta la sensación de cansancio y de hastío a las semanas de no terminarlo, sobre todo cuando se trata de libros interesantes sí, pero poco dinámicos.

Para que el lector pueda estar atento y vibrante a lo largo de 900 páginas se necesitan dotes de gran escritor. Debe crear diálogos reflexivos, profundos, imaginativos, ingeniosos, divertidos y enteramente universales. Por ello creo que Vargas Llosa es una de las grandes joyas de la narrativa latinoamericana. No necesita refugiarse en el realismo mágico para recrear tal cantidad de escenarios y para entretener de una manera tan viva y tan humana.

Como decía, la extensión es a veces es un problema. Y no es porque el lector sea flojo o desesperado, es que los ritmos de vida, las malditas obligaciones y mala influencia de todo tipo de medios de comunicación y entretenimiento hacen a veces que la lectura se vaya aplazando un poco.

Un buen amigo me prestó este libro hace algunos meses y por todo lo descrito no pude terminarlo antes de entregárselo. Me sentí culpable. El hecho era que había disfrutado profundamente de un texto que dejé incompleto así que en cuanto pude me hice de él y ahora que por fin lo he terminado puedo degustarlo y asegurar por propia experiencia que es una gloria.

En realidad si uno se pone a reflexionar sobre por qué le gustan determinados libros y otros no, no sabría exactamente qué decir. Algunos defenderán que la historia es parte imprescindible, pero yo creo que eso es algo secundario.

La guerra del fin del mundo habla sobre acontecimientos históricos del Brasil en siglo XIX, pero esos importantes y sugestivos temas no son todo en la novela. Ante todo está una técnica narrativa y una estructura pocas veces vista, está también la recreación de personajes que gozan de indefinición en lo que se refiere a las etiquetas tradicionales y por último está esa inagotable capacidad de hilar enunciados portentosos en todos los sentidos. Es como si uno pensará “Carajo, qué bien dicho está esto”. Simplemente está impecablemente escrito y punto.

La guerra del fin mundo versa sobre unos fanáticos religiosos que se amotinan y sienten que el fin está cerca. La incipiente república brasileña ve en ellos un faro monárquico al que es imprescindible extinguir. En el medio se atraviesan todo tipo de excéntricos personajes que no hacen más que actuar según sus principios o sus propias convicciones. Al final… bueno el final no es nada del otro mundo, pero lo vivificante es que se haya tenido la oportunidad de leer a un autor que no cesa en la elaboración de prodigios bibliográficos.